0
(0)

Puede que te pase la primera vez que la ves, o a la semana o a los dos meses, o quizás al año de conocerla. Pasa en un momento, suele ser un segundo que parece ser cientos, un segundo en el que la miras y algo se detiene dentro de ti, como si estuvieras fuera del tiempo y del espacio. Un segundo en el que todo palpita más rápido, el ruido de la calle, los coches, la gente que pasa, la noche que se cierne sobre Madrid, o sobre donde quiera que estés. Es sólo un segundo sí, o quizás sea más, no lo sabes, porque estás demasiado ocupado observándola, memorizando su sonrisa, o acariciándole el pelo antes de despedirla si tienes suerte, o puede que simplemente esté saboreando un crepe de nutella.

En realidad no importa en qué momento te hayas dado cuenta. Puede que haya sido en muchos pequeños momentos, lo más normal es que sea así. Puede que haya sido en un momento en que te miró entornando esos ojillos oscuros que adornan esa mirada que tiene de saber lo que estás pensando, esa mirada que te arrebata y con la que todo te da un vuelco, tu plato, la silla, la cafetería, hasta el camarero y tu vida entera. O quizás fuera cuando se le escapó esa primera sonrisilla tímida ante la primera de tus gilipolleces y seguiste haciendo el idiota sólo porque no desapareciera. O no, puede que fuera cada vez que aquella coletilla errónea asomaba por sus labios.

No importa en qué momento te hayas dado cuenta porque lo que importa es que te ha pasado. Ha pasado que no concibes cómo podías haber vivido antes todo ese tiempo sin conocerla. Ha pasado que esa chica morena se convirtió para ti en algo que no esperaste, en una persona con la que sientes que vale la pena hacer todas esas cosas normales que hace la gente normal. Aunque tú pienses que no eres para nada normal. Aunque ella piense que no es para nada normal.

Al final todo se reduce a que con ella te sientes vulnerable, porque ha escalado tu muralla y ha izado su bandera en lo alto de la más alta torre, aunque suene muy cuento de hada. Porque te ha regalado rozar el cielo y no puedes evitar pensar que también tiene poder para hacerte morder el suelo.

Es entonces cuando te das cuenta de que estás perdido, que no hay marcha atrás. Cuando te das cuenta, pobre iluso, de que te estás enamorando, si no lo has hecho ya.

¡Puntúa este artículo!