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Hace algo más de un mes me encontré en Whatsapp como quien no quiere la cosa con una invitación a unas charlas sobre El Señor de los Anillos. Ni siquiera miré el plan de la jornada, pues el tema ya era aliciente suficiente para mí y que fuera en Móstoles [1] y tuviera que madrugar un sábado no iba a ser impedimento para un ilustre mediano de Bolsón de Tirada como yo. Además, era gratis y seguro que habría segundo desayuno como en las grandes historias, señor Frodo. Bienvenido a un sábado en el corazón del mito de Tolkien, querido lector.

Es posible que al tratar uno de mis temas favoritos esta entrada se me alargue un poco, por lo que voy a expresar ahora mismo la idea principal: fue una pasada. Si alguna vez tienes la oportunidad de asistir a unas jornadas así no lo pienses ni un segundo. Es más, me atrevo a decir que incluso aquellos que no eran ávidos lectores de la obra de Tolkien disfrutaron enormemente de cada una de las ponencias, que habían sido organizadas por el Aula de Teología Desde el Corazón de Cristo, asociación de la cual nunca había oído hablar. El título de la jornada era: «Del corazón del mito al corazón de Cristo. La trayectoria católica de J.R.R. Tolkien». Pero quizás en este punto hayas notado un tufillo en la nariz. Tolkien, el mayor precursor de la literatura épico-fantástica, ¿era católico?

Pues sí, Tolkien era católico, y convencido. Uno de los ponentes, Diego Blanco, de quien ya hablé aquí en una ocasión y cuyo libro, Un camino inesperado, me ayudó mucho y tengo pendiente comentar aquí, desgranó un poco su vida descubriendo este hecho desconocido para muchos, fans incluso. Ahondando en la vida de Tolkien descubrimos que nació en Sudáfrica en 1892, que su padre murió cuando era pequeño y que su madre fue baptista y posteriormente conversa al catolicismo, lo cual le valió para ser repudiada por toda su familia (algo normal dadas las circunstancias en la sociedad británica de finales del siglo XIX). Una viuda con dos niños pequeños en aquellos tiempos tenía pocos recursos para sobrevivir, pero afortunadamente fue ayudada por el párroco del Oratorio de san Felipe Neri de Birmingham, el padre Francis Xavier Morgan [2], de origen español y discípulo del cardenal Newman [3]. A los pocos años su madre murió de diabetes, dejando en su testamento como tutor de los Tolkien al padre Francis para evitar que su familia retornara a sus hijos al baptismo. Sin duda la infancia y juventud de Tolkien le marcaron profundamente, y conocer estos detalles nos ayuda a entender la fe que profesó toda su vida y que inunda, aunque de forma inconsciente para él mismo al principio [4], toda su obra.

Un sábado en el corazón del mito de Tolkien

Era necesario hablar de Tolkien en un día dedicado a su obra, pero ni mucho menos fue el autor el núcleo de la jornada. Hablaron también cuatro integrantes del club de los Nardili (amigos de la llama), dando su testimonio personal sobre la manera que El Señor de los Anillos les había ayudado a conservar la esperanza en momentos muy difíciles. Sin llegar a las situaciones tan complicadas de algunos testimonios, me gustó sentirme identificado con la forma en que Tolkien, probablemente sin proponérselo, había tocado sus almas como solo un verdadero artista puede hacerlo.


«Frodo suspiró y se durmió casi antes que Sam hubiese dicho esto. Luchando con su propio cansancio, Sam tomó la mano de Frodo; y así­ permaneció, en silencio, hasta que cayó la noche. Luego, para mantenerse despierto, se deslizó fuera del escondite y miró en torno. El lugar parecí­a poblado de crujidos y crepitaciones y ruidos furtivos, pero no se oí­an voces ni rumores de pasos. A lo lejos, sobre los Ephel Dúath en el oeste, el cielo nocturno era aún pálido y lí­vido. Allá, asomando entre las nubes por encima de un peñasco sombrí­o en lo alto de los montes, Sam vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frí­o y ní­tido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al fin y al cabo una cosa pequeña y transitoria, y que habí­a algo que ella nunca alcanzarí­a: la luz, y una belleza muy alta. Más que una esperanza, la canción que habí­a improvisado en la Torre era un reto, pues en aquel momento pensaba en sí­ mismo. Ahora, por un momento, su propio destino, y aun el de su amo, lo tuvieron sin cuidado. Se escabulló otra vez entre las zarzas y se acostó junto a Frodo, y olvidando todos los temores se entregó a un sueño profundo y apacible». 
J.R.R.Tolkien, El Retorno del Rey

Porque el Arte con mayúsculas tiene el privilegio de revelar lo desconocido en nosotros, como apuntaba Eduardo Segura, otro de los ponentes. Profesor, autor de Tolkien o la fuerza del mito y consultor de Peter Jackson en su adaptación cinematográfica, su intervención fue extraordinaria, y no creo que desmerezca a nadie diciéndolo. Reducir su discurso a un par de párrafos es bastante injusto, pero hubo varias ideas que siguen dando vueltas por mi mente. La primera es que tengo que hacerme con el epistolario de Tolkien. La segunda es que apocalipsis significa en griego «correr el velo»; desvelar lo que está oculto. La tercera necesita de mayor elaboración.

Apuntó que a Tolkien había que descubrirlo en los matices y que una lectura puramente alegórica de su obra podía hacernos prestar demasiada atención al símbolo olvidando lo que dice el texto. Pensar que Tolkien quería transmitir tal o cual cosa con su obra nos hace correr el riesgo de perder la manera en la que el arte se manifiesta, impidiéndonos descubrir aspectos de nosotros mismos que sólo se revelarían con una lectura libre de ideas preconcebidas. En palabras de Eduardo: «El arte es altavoz de la manera en que Dios a través de su gracia actúa en sus criaturas». Y si Dios actúa a través del arte y el Señor de los Anillos es arte en su expresión literaria… blanco y en botella. Espero que estos dos párrafos le hagan aunque sea algo de justicia.

La tercera ponente, y no por orden cronológico, fue Isabel Romero, autora del libro En el corazón del mito: La dimensión espiritual de «El Señor de los anillos«. Su intervención se centró en el significado de tres rasgos/personajes en la saga. El primero fueron las Águilas (sin detenerse a explicar por qué no fueron directamente montados en ellas al Monte del Destino porque claramente eso NO habría tenido NINGÚN SENTIDO), el segundo fueron las estrellas (Eärendil, luz que guía a Frodo en las noches más oscuras) y el tercero fueron los árboles (los ents, el bosque de Lórien, el árbol blanco de Gondor…). Todo lo que dijo me gustó mucho, y si hubiera tenido más tiempo habría hablado sin duda de otros aspectos de los libros para mi deleite y el de toda la sala.

Ni qué decir tiene que compré tanto el libro de Eduardo como el de Isabel (el de Diego ya lo tengo), por lo que sumados al libro editado por Cristopher Tolkien que espero conseguir pronto (Beren y Lúthien), voy a tener lectura tolkeniana para una buena temporada. Por esta razón podríamos decir que las charlas no me salieron gratis, y también tengo que confesar que no hubo segundo desayuno. Sin embargo, me fui con la sensación indudable de haber ganado. Y así da gusto madrugar un sábado.

[Próximamente enlazaré aquí los vídeos de las conferencias]

[1] Por si no lo sabes, Móstoles es una ciudad de las afueras de Madrid, quizá te suene porque allí nació Iker Casillas, legendario guardameta del Real Madrid C.F y de la Selección Española.

[2] Francis Xavier Morgan nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) y su nombre de nacimiento era Francisco Javier Morgan Osborne. Esto significa que era nieto de Thomas Osborne, fundador de las bodegas Osborne y, siguiendo con el árbol genealógico, tío abuelo de Bertín Osborne.

[3] El Beato John Henry Newman (1801-1890) fue un presbítero anglicano converso al catolicismo que posteriormente fue nombrado cardenal. Se le considera uno de los máximos representantes del Movimiento de Oxford, el cual aspiraba a que Inglaterra volviera a sus raíces católicas. Dicho movimiento fue clave en la conversión de apologetas de la talla de G.K.Chesterton, C.S.Lewis o el propio Tolkien. Dijo Newman que «la mitología debidamente entendida prefigura el Evangelio». Y conociendo la pasión que Tolkien tenía por la mitología nórdica, no es de extrañar que el espíritu de Newman, maestro además de su tutor, el padre Francis, inundara su obra.

[4] «El Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica; de manera inconsciente al principio, pero luego cobré conciencia de ello en la revisión. Ésa es la causa por la que no incluí, o he eliminado, toda referencia a nada que se parezca a la «religión», ya sean cultos o prácticas, en el mundo imaginario. Porque el elemento religioso queda absorbido en la historia y el simbolismo. Pero todo esto está dicho torpemente, y suena como si me diera más importancia de la que siento. Porque, a decir verdad, conscientemente he planeado muy poco; y debería estar agradecido por haber sido educado (desde los ocho años) en una Fe que me ha nutrido y me ha enseñado todo lo poco que sé; y eso se lo debo a mi madre, que se atuvo a su conversión y murió joven, en gran medida por las penurias de la pobreza, que fueron las consecuencias de ello.»  Cartas de J.R.R Tolkien. Humphrey Carpenter, editor. Carta 142 a Robert Murray, Diciembre 1953

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