Me vas a perdonar, pero este mes ando hasta más liado de lo normal y entradas como esta son consecuencia de ello. Entradas cortas y sencillas, quiero decir, en las que me tomo la enorme molestia de copiarte algún fragmento de algún libro interesante que he leído. De aquí y de allá, sin comerme mucho el coco.
El de hoy es uno de mis textos favoritos de Las aventuras de Huckleberry Finn, ese libro de Mark Twain que es una especie de continuación del famosísimo Tom Sawyer (y que todavía no he leído, por cierto). En fin, el libro es muy recomendable, muy del rollo aventurero que se destilaba en el convulso Estados Unidos del siglo XIX. Que lo disfrutes.
De Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain):
¡Rezar por mí! Opiné que si me hubiese conocido habría comprendido que había echado sobre sus hombros una tarea superior a sus fuerzas. Pero apostaría a que lo hubiera hecho igual. Era de esa clase de mujeres que hacen esas cosas… Tendría valor hasta para rezar por Judas si se presentara el caso. No habría manera de hacerla retroceder, supongo. Podéis decir lo que queráis, pero en mi opinión tenía más fuerza de voluntad que ninguna otra muchacha en el mundo. Estaba llena completamente de fuerza de voluntad. Parece un halago; pero no lo es.
Y si hablamos de belleza… y de bondad…, pero también está por encima de las demás muchachas del mundo. No he vuelto a verla desde aquel día que la vi salir por la puerta de su habitación; no, no he vuelto a verla desde entonces, pero creo que he pensado en ella muchos, muchos millones de veces, y he recordado aquello que me dijo de que rezaría por mí. Y si alguna vez me pasa por la cabeza la idea de que sentiré bienestar rezando por ella, que me maldigan si no lo hago o reviento.