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El mes de mayo ya vivía sus últimos estertores cuando nos paramos en aquel puesto de la Feria del Libro de Madrid, advertidos por las portadas de un par de libros de un autor conocido y muy querido. De dicho autor elegimos un libro, por supuesto, pero no queriendo irnos con tan poco peso en la bolsa miramos indecisos el resto de portadas alborotadas por todo el quiosco.
-¿Estáis buscando algún género en concreto? -acertó a preguntarnos la vendedora.
-Humm… Quizás algo de novela histórica -musité mientras seguía leyendo portadas y autores.
-Tengo lo que necesitáis- respondió con un brillo en los ojos-. Este libro lo hemos editado hace muy poco y es una joya. No os vais a arrepentir.
Cogió entonces un libro con mimo y nos presentó El copista de Carthago, de Miguel Ángel Nievas.

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Argumento

Finales del siglo III. El Imperio romano vive una crisis de identidad. Los emperadores se suceden asesinados por sus propios legionarios y asciende al poder el emperador Diocleciano. El foco político y económico va trasladándose poco a poco a Oriente, donde las fronteras del Imperio siguen amenazadas por los partos y otros pueblos. En la provincia de Bitinia, en la actual Turquía, un ratero de menos de 10 años llamado Craso es atrapado por robar en una pescadería y vendido como esclavo a un próspero vendedor de papiros manuscritos.

-No tienes que dañar la médula. Tu mano tiene que acompañar la cuchilla de arriba a abajo, deslizándola con suavidad, acariciando el tallo -y parecía que efectivamente acariciaba el tallo.
-Así, otra vez… y una más -eran tres los lados del papiro-. ¿Ves? La sección del papiro es triangular, como una pirámide. Por eso los papiros pueden hacer inmortales a las palabras que albergan.

El copista de Carthago, Miguel Ángel Nievas (p.29)
Provincias romanas de Asia Menor bajo el mandato de Trajano (s.II). La provincia de Bitinia y Ponto se encontraba en el norte e incluía ciudades como Nicomedia o Nicea. Fuente de la imagen: By Caliniuc – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=58363919

Comentario

La fidelidad al contexto histórico en el que se desarrolla El copista de Carthago es uno sus aspectos más destacables. Con los ojos del joven Craso vemos cómo transcurre la vida en una villa de una provincia romana; con sus manos vivimos la transición del papiro al pergamino; con sus oídos escuchamos sobre la actualidad política del momento o sobre esa secta tan extraña que se hacen llamar cristianos; a través de su curiosidad descubrimos a sabios clásicos como Platón, Cicerón o Séneca.

Ahora mismo veo, como si fuera ayer, la cara de Anás. Las cejas levantadas, mirando con sorpresa a un joven imberbe recogido de una celda y que dedicaba sus días a trabajar el papiro.
-¿Séneca?, ¿de verdad?, ¿qué libros te gustan?, ¿los diálogos, las consolaciones, alguna tragedia?
Yo apenas conocía su nombre, pero ya no podía echarme atrás, así que salí del paso como pude:
-No conozco el título de las obras, kyrios. Sólo leo papiros sueltos cuando se eliminan por errores del scriptor.

El copista de Carthago, Miguel Ángel Nievas (p.40)

Otro punto notable de la novela es lo cuidado de la narración y los diálogos, a través de los cuales somos capaces de zambullirnos en el clima filosófico y religioso de la época. El autor nos lleva de la mano de Craso a conocer los cultos romanos domésticos o el culto oriental a Mitra, a vivir en sus propias carnes la persecución de los cristianos ordenada por Diocleciano o a tener un protagonismo importante en el Concilio de Nicea convocado por Constantino, que buscaba subsanar las divisiones que las herejías originaron en las comunidades cristianas de la época (arrianismo, docetismo, sabelianismo…).

Uno de los detalles que más me han gustado de la novela es que todas las ciudades se nombran con el nombre que tenían en la época (Gades, Corduba, Carthago…). Fuente de la imagen: Arbaborix, CC BY-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0, via Wikimedia Commons

Miguel Ángel Nievas refleja de una forma extraordinaria este ambiente y nos hace comprender las motivaciones de todas las facciones y personajes que aparecen en el relato, especialmente las del protagonista. Es esta probablemente la mayor virtud de la novela: el autor nos hace testigos de excepción de todas las peripecias de la vida de Craso pero, sobre todo, de sus luchas interiores. Entendemos su admiración hacia varias personas referentes en su vida, la curiosidad que le mueve a conocer el mundo que le hará tomar varias decisiones de las que se arrepentirá, su anhelo por conocer los porqués de las cosas, su búsqueda del amor y la amistad, su conversión y sus ansias por vivir una existencia plena.

Todo está en Craso. Todo está en nosotros. Todo está en ti, querido lector. Su vida es la nuestra y, probablemente por eso, entendemos mejor la tercera parte del libro, un final que es sencillamente delicioso. No todas las novelas históricas son capaces de transmitir esto. Esta perla escondida en el desierto y llevada en volandas una tarde de mayo a un tenderete de la Feria de Madrid, sí.

Conclusión

Los poco más de 400 páginas de El copista de Carthago no pesan en absoluto. Por si esto no fuera suficiente, la novela lo tiene todo: un protagonista lleno de curiosidad que recorre medio mundo conocido, personajes históricos llenos de carisma que cambiaron la Historia, conflictos políticos y religiosos que acaban teniendo consecuencias inesperadas, diálogos con los que calmar el hambre y la sed y unas páginas finales que son sencillamente para enmarcar y releer a gusto. Si te gusta la novela histórica, te interesa el mundo romano o sabes lo que es un ichtus, no lo dudes, has de leerlo.

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