El libro del que voy a hablarte hoy, después de un tiempo sin comentar ninguno, merece la espera, querido lector. Su título presenta posiblemente la pregunta más trascendente de la filosofía – ¿Dios existe? – y su subtítulo no deja de ser toda una declaración de intenciones: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer.
De entrada, más allá de que el subtítulo sea pretencioso o no, lo cierto es que su autor, Dante A. Urbina, consigue meterte el gusanillo en el cuerpo, tanto si eres creyente porque parece que va a brindarte el argumento definitivo, como si no lo eres porque puedes tomarte como un reto intentar desenmascararlo. En cualquier caso merece la pena abrirlo y empezar a leerlo por la primera página. Y tú, ¿te atreverás a seguir leyendo?
El objetivo del libro no es otro que establecer racionalmente el teísmo, es decir, la postura filosófica de que Dios sí existe. Por tanto, se aborda una perspectiva puramente racional para dar una respuesta coherente, consistente y fundamentada con el lenguaje más sencillo y ameno posible. En este sentido, en mi opinión Dante A. Urbina consigue su objetivo, pues ha logrado que una persona no muy ducha en filosofía como yo haya entendido más del 90% del contenido del libro sin excesiva dificultad.
En cuanto a la estructura del libro, hay que alabar la aproximación que el autor hace de la cuestión. ¿Por qué digo esto? Porque la primera parte se encarga de los fundamentos filosóficos previos a las demostraciones de la existencia de Dios, es decir, las cuestiones epistemológicas, metafísicas, semánticas y lógicas. En este sentido, el autor presenta un estudio sobre las falacias o define los atributos de Dios, lo cual resulta muy importante para saber en cada momento de qué estamos hablando. A menudo en este tipo de cuestiones se argumenta en base a definiciones imprecisas de Dios llegando a muchos malentendidos, por lo que es de agradecer que el autor defina propiamente de qué se va a hablar a lo largo del libro. De hecho, durante su lectura más de una vez se hace necesario volver atrás a esta sección para aclararnos la mente (esto se hace especialmente notorio con las falacias lógicas).
La segunda parte consta de cinco capítulos y aborda las demostraciones de la existencia de Dios siguiendo las cinco vías de Santo Tomás de Aquino, explicando cada premisa y resolviendo con detalle las principales objeciones que le han hecho posteriormente filósofos como David Hume o Inmanuel Kant o científicos como Richard Dawkins o Stephen Hawking. Personalmente, esta parte ha sido reveladora. ¿Cuántas veces no he leído que Santo Tomás de Aquino estaba superado? Muchas, pues no han sido pocos sus objetores. Pues bien, el señor Dante Urbina analiza cada una de estas principales objeciones y demuestra que no son válidas. Si no me crees tendrás que leer el libro, pero para mí cada vez que leía su “Queda, pues, en pie, la primera vía” (o la segunda, etc) moría un gatito en el laboratorio de Richard Dawkins.
Otro aspecto que me ha gustado mucho de esta segunda parte es que incluye varios argumentos científicos de actualidad en las demostraciones de las cinco vías, como puede ser el ajuste fino a la hora de explicar la quinta vía (el argumento del orden en el cosmos). Déjame darte dos ejemplos:
“Así, por ejemplo, el reputadísimo astrofísico británico Roger Penrose [..] nos dice que, considerando el nivel de baja entropía, para que pudiera existir vida inteligente como la nuestra, las condiciones del Big Bang tuvieron que ser ajustadas con “una precisión ‘divina’ de una parte en 10 elevado a 10 elevado a la 123. […] Sería un 1 seguido de 10 a la 123 ceros.”
“Veamos otra evidencia. Una evidencia a nivel subatómico. Se sabe que el neutrón tiene 0.138% más masa que el protón. Debido a esta masa adicional los neutrones requieren de más energía que los protones para formarse de modo tal que, al enfriarse el universo luego del Big Bang, se produjeron más protones que neutrones en una proporción aproximada de 7 a 1. Ahora bien, si el neutrón hubiera sido solo un 0.1% más masivo que el protón, quedarían tan pocos neutrones del enfriamiento del Big Bang que no habría suficiente cantidad como para formar los núcleos de todos los elementos pesados esenciales para la vida. […] En consecuencia, para que la vida fuera posible en el universo la masa del neutrón debió tener un ajuste fino ¡menor al 0.1%!”
Como amante de la ciencia sobra decir que he disfrutado enormemente esta parte. Sobre todo porque el autor también refuta varias conclusiones filosóficas que ciertos científicos han derivado de sus estudios, como que el universo es eterno (?) o que si la teoría de los multiversos es acertada no es necesario un Creador. No digo más, que quiero mantener el marcador de los spoilers en el mínimo.
A continuación, la tercera parte del libro refuta los argumentos principales que diversos ateos a lo largo de la historia han esgrimido para intentar demostrar la inexistencia de Dios. En esta parte, he disfrutado especialmente cómo el autor desgrana el llamado problema del mal, es decir, ¿cómo es posible que exista el mal si hay un Dios bueno? Otro ejemplito:
“El filósofo C.S. Lewis nos explica esto de modo magistral: “Podemos, a lo mejor, imaginarnos un mundo en que Dios a cada instante corrigiera los resultados del abuso de libre albedrío por parte de sus criaturas, de manera que una viga de madera se volviera suave como el pasto al ser usada como arma, y que el aire rehusara obedecerme si yo intentara propagar ondas sonoras portadoras de mentiras o insultos. Pero, en un mundo así, las acciones erróneas serían imposibles y, por lo tanto, la libertad de la voluntad sería nula. Es más, si el principio se llevara a su conclusión lógica, los malos pensamientos serían imposibles, porque la materia cerebral que usamos al pensar, se negaría a cumplir su función al intentar nosotros dar forma a esos pensamientos.”
Finalmente, el libro incluye un apéndice donde se describen de forma muy resumida el encuentro de siete filósofos con Dios: san Agustín, Santo Tomás de Aquino, Ludwig Wittgenstein, Albert Camus, Jacques Maritain, C.S.Lewis y William Lane Craig. Esta parte también resulta interesante, sobre todo porque algunas historias son bastante desconocidas para el público general (¿Camus o Wittgenstein creyentes?) y suponen el colofón perfecto para una obra de este estilo.
En conclusión, ¿Dios existe? El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer me ha parecido una obra excepcional que forma ya parte de mis libros de cabecera y que recomiendo vivamente a todo aquel que tenga inquietudes sobre la cuestión más trascendental del ser humano. Es decir, a todo el mundo, ya seas creyente, ateo, agnóstico o el guardián de las estrellas.
Sin duda la espera.. ¡Ha merecido la pena!
Una vez más, intrigándonos con alguno de tus libros, aunque con este como bien ya has dicho, lo has tenido fácil con ese titulo.
La gran pregunta que no sólo la filosofía se ha hecho, si no que según mi parecer prácticamente todo humano se habrá preguntado en alguna parte de su existencia. Así que si, tienes razón! Consigue meterte el gusanillo en el cuerpo!
Pero lo mas importante de esta entrada es el analisis del libro, que no solo nos transmites de una manera cercana, si no que ademas al separar esas tres principales partes, nos das motivos para no cansarnos con cuestiones epistemológicas o metafísicas que nos podrían abrumar pero que como bien dices son necesarias para el resto.
Empezaré a leermelo, querido Bloguero…
¡ Ya te contaré si fue buena la recomendación!
Saludos
Hola Anita, ¡muchas gracias por tu comentario! 🙂
Espero ansioso tu opinión sobre este libro que tanto tiene que decir (y encima lo dice bien).
¡Un saludo!
Querido José:
Siento decirlo, pero en esta ocasión no comparto tu entusiasmo por el sujeto de tu artículo. He aquí los motivos:
Para empezar, no solo el título, pero el libro entero es pretencioso en extremo. No sé tú, pero a mí mucha vergüenza me daría recomendárselo a ninguna persona no creyente. El autor no se cansa de repetir que es inútil intentar dialogar con un “ateo dogmático, obstinado en su error”, es reiterado el uso de calificativos subjetivos de declaraciones de otros filósofos y científicos… Todo esto me parece inapropiado en un análisis serio y, en principio, imparcial como este, simplemente fuera de lugar. Además, considero que al intentar demostrar a alguien su equivocación, siempre merece la pena hacerlo con tacto y delicadeza. Urbina, en cambio, expone las ideas con un aire de superioridad, lejos del ideal cristiano de misericordia y amor hacia los enemigos. O por lo menos esa es la sensación que me ha dado.
Luego, tengo que reconocer que me ha decepcionado mi nivel de filosofía. Por muy amena y accesible para todos que pretenda ser la obra, no lo es lo suficiente en mi caso. Las cinco vías las estudié en bachiller, y pensaba que las entendía, pero parece que estaba equivocado. Lo peor es que después de leer el libro sigo sin comprenderlas del todo.
Lo que sí me ha gustado es la estructura del libro, con sus bases establecidas claramente en la primera parte y todo.
Cuando tenga un poco de tiempo libre (no antes del verano), me gustaría profundizar en los argumentos “científicos” expuestos en el libro. Alguno que otro me pareció sospechoso, pero no me quiero mojar. No soy un especialista en astrofísica (aunque está claro que el autor tampoco lo es). Eso sí, el “argumento” del ajuste fino me sigue pareciendo ridículo, algún día tendremos que ir a tomar unas cañas y discutirlo 😉
También me han entrado ganas de leer alguna obra de William Lane Craig. Su biografía cierra el libro, y cuando la leí me dejó mal sabor de boca. Me recordó un poco a los testigos de Jehová, con todas sus connotaciones negativas. ¿Gente que empieza a tener “una relación profunda y personal con Jesús” después de haber oído argumentos científicos de la existencia de Dios? Ojalá sea verdad, pero me parece un poco exagerado. Yo no puedo decir lo mismo, después de toda una vida en la Iglesia.
En fin, ya sé que soy un tiquismiquis. Lo siento. Solo una cosa más, una inquietud que me ha surgido. Si la existencia de Dios se puede demostrar de forma racional, ya no se puede “creer” en Dios, la fe ya no es fe, sino conocimiento. ¿Es correcto pensar eso?
SR. BARTEK: A través de sus palabras sin duda que estamos ante una actitud soberbia de vuestra parte; por tanto, puede ser un imposible acercarle argumentos distintos a los suyos. Lo único que quiero preguntarle es acerca de su posición frente a la FE, y no me refiero a la ‘FE religiosa’ solamente, sino a la ‘FE humana’, a la FE propiamente dicha, aquella que no puede ser explicada por la ciencia, pero a la que siempre es acudida por los científicos para manifestar sus conocimientos; aquella FE sin la cual es imposible vivir y que está presente en todos nuestros actos humanos. Su propio comentario es hecho con FE, pues no me imagino que previamente se haya exigido prueba científica de la existencia de Dante Urbina, o de esta página en internet, o siquiera de que haya alguien quien lo pueda leer. Una FE que evidencia no ser creación humana y menos un producto de la materia. Atentamente: Luis Agulilar – aguiluis@hotmail.com
¡Hola Bartek! Un placer leerte por aquí, intentaré darte mi punto de vista sin enrollarme mucho. He escrito sólo la primera parte de cada párrafo porque Blogger tiene limitación de caracteres en los comentarios ¬¬
Para empezar, no solo el título…
Es verdad que Urbina bajo mi punto de vista peca de un cierto aire de superioridad, pero también creo que sería un error quedarse en algo que veo anecdótico. Por ser este un análisis serio y presuponer una cierta madurez al lector, me parece mejor centrarse en la validez de los argumentos más que en el carácter de quien los expone. Coincido en que es importante cómo se expone un argumento, pero no menos que el argumento en sí. Los problemas que tuvo Galileo, por ejemplo, nacieron en parte por la forma arrogante que tenía de exponer sus tesis (que no podía demostrar) y eso no ha restado valor a su obra. Y del mismo modo que recomendaría su “Diálogo sobre los principales sistemas del mundo”, también recomendaría el libro de Urbina, ya sea a una persona creyente o no creyente.
Luego, tengo que reconocer que me ha decepcionado…
En cuanto a las cinco vías no te preocupes porque con lo que estudiamos en filosofía en bachillerato es complicado (por no decir casi imposible) que lleguemos a entenderlas bien. Habría que leerse la Summa Theologica al menos para conseguirlo 🙂 Sobre los argumentos científicos estoy deseando oír los que te han parecido sospechosos, yo tampoco soy muy ducho en astrofísica. Y sobre el ajuste fino Urbina no parece defenderlo propiamente, pues dice:
Y es que aquí hay que mantener en mente que no estamos propiamente defendiendo un “argumento del ajuste fino”, como hacen varios apologistas actuales (remarcablemente William Lane Craig, de cuya metodología discrepamos en ese aspecto), sino más bien un argumento teleológico cuya fundamentación metafísica es mucho más general y profunda. Por tanto, no hay que confundir las cosas: el ejemplo del ajuste fino es solo eso, un ejemplo. El argumento tomista, en cambio, va más hacia la forma de ordenamiento racional del mundo. Así, sin comprometerse necesariamente con el ejemplo particular del ajuste fino, sino solamente reflexionando sobre las impresionantes simetrías, el orden y la belleza matemática de la estructura del universo o posible multiverso, uno puede inferir razonablemente la existencia de Dios.” (p.165)
Algo me dice que coincidís en este punto pero se te ha pasado por alto. De todas formas, me encantaría leer por qué el “argumento” del ajuste fino te parece ridículo (mi postura en realidad es muy parecida a la de Urbina) 😉
También me han entrado ganas de leer alguna obra de William Lane Craig…
A mí William Lane Craig me gusta mucho por lo que conozco de sus vídeos, aunque no comparto su punto de vista en varias cosas como su posición sobre la doctrina de la justificación (lo cual siendo él protestante es natural). Las experiencias de conversión que él narra para defender la importancia de la apologética no me parecen exageradas, pienso que para muchas personas la existencia de Dios es algo casi anticientífico, por lo que caer en la cuenta de que no es así puede ser perfectamente el punto de partida para abrirse a la trascendencia y a una posterior relación personal con Cristo. Sí te concedo que alguna experiencia puede sonar disparatada desde el punto de vista católico (por ejemplo, lo de las cuatro leyes espirituales que gobiernan nuestra relación con Dios y que tanto ayudan a la física polaca Eva Dresher). Yo también soy un poco tiquismiquis, pero Dios sabe…
En fin, ya sé que soy un tiquismiquis…
Voy a responderte con otra pregunta, ¿conocer a Dios implica dejar de tener fe? ¿Son la fe y el conocimiento de lo que se cree incompatibles? Te dejo un enlace del catecismo que resume todo el meollo.
Un placer escribirte, ¡espero tu respuesta!