Anteayer perdí mi sudadera. El hecho de que pierda algo no es en esencia nada relevante, pues uno tiene cierta tendencia a despistarse y olvidar cualquier cosa en cualquier sitio. No, lo realmente relevante es que esa sudadera me gustaba mucho. Para más detalle era esta una sudadera blanco grisácea, sin capucha y con cuello; una sudadera con la que yo me sentía bien y por momentos hasta atractivo (sí, admito sentirme así de vez en cuando). Era esta una sudadera con la que yo pensaba sentarme en el Trono de Hierro y gobernar así a todos después de encontrarlos, atraerlos y encerrarlos en las tinieblas.
Me di cuenta de que la había perdido cuando cayó la noche, empezó a hacer frío y caí en que había cogido algo de casa para abrigarme cuando se diera esa circunstancia. Pero ya no tenía ese algo. Al principio pensé que me la había olvidado en casa de un amigo. De la negativa de su madre deduje que podía habérmela dejado en la maldita estación de Torrelodones mientras esperaba al tren, pues no se me ocurría otra posibilidad.
Al día siguiente me dijeron que habían dado con ella y que me la traían esa noche. Sin embargo, para mi sorpresa esa sudadera no era la mía. Era dos tallas más pequeña, de color verde y con el mensaje “Let good things make happen” grabado al frente. Y encima con capucha y con mensajito happy motivator. Todo lo contrario a la mía, que es lisa y con personalidad. Aun así me la puse para protegerme contra el frío – cosas que pasan – y el resultado fue hasta cómico.
Más tarde, cuando me informaron de que la estación estaba cerrada y no podían preguntar por mi maravillosa sudadera empecé a asimilar que la había perdido y no podría recuperarla nunca. Habíamos vivido grandes momentos juntos pero todo eso se había terminado. Nunca más me abrigaría durante un temporal. Nunca más se mancharía del tomate de los macarrones por mí. Jamás podría vacilar con ella a las guiris en Gante. La había perdido.

Se me ocurrió pedirme una igual por mi cumpleaños, pero es una de esas prendas que permanece en tiendas durante un intervalo de tiempo muy corto (gracias Amancio). De modo que me resigné a mi destino. Viviría sin ella el resto de mis días y lloraría amargamente cada 18 de septiembre en memoria de su recuerdo sentado en un banco de la maldita estación de Torrelodones.
Seis litros de lágrimas después me di cuenta de que en realidad sólo era una sudadera. Es verdad que yo me sentía bien con ella, pero quizás ella no se sentía tan bien conmigo. Además, algún que otro defecto tenía, en honor a la verdad me quedaba algo larga y siempre tenía que remangármela. Cierto es que para mí era única en el mundo, pero no es menos cierto que hay muchas sudaderas en el universo; quizás con el tiempo descubriera que otra sudadera me sentaba mejor y encajaba mejor con mi personalidad.
Este pensamiento me llenó de paz, pues gracias a él dejé de enfocar mi sudadera como aquello que me haría feliz en ese momento y dejé de frustrarme por no tenerla. Di gracias por haber disfrutado de una sudadera como aquella y me puse a revisar el mercado del futmondo.
En ese instante me llamó mi amigo diciéndome que había encontrado mi sudadera.
En su casa.
Colgada.
Donde la había dejado.
Me gusta mi sudadera y me la llevo a Gante.
No le debo mi felicidad a ella pero no quiero comprarme ninguna otra.
Según te leía me estaba riendo, pero no de ti,(ni mucho menos), sino de la situación y la cara de pena que se te habrá puesto y que se nos pone cuando algo que es nuestro,al que tenemos cariño aunque sea material,( mucho cariño diría) se nos queda y a mi personalmente también me ha pasado. Esa cara de ´´¿por qué?´´ y luego un ´´:( ´´ jajaja
Mi situación ha sido hace realmente poco, yendo al aeropuerto a un viaje que he hecho, en el coche me acordé de mi queridisimo libro electrónico, en el cual estaba ilusionadisima porque mi hermana y cuñado me habían pasado muchos libros, se habían descargado solos dando permiso en kindle (algo que descubrí hace poco y que mi cara de asombro reflejaba lo muy alucinada que me tenía aquello y muchísimo más mi alegría); y resulta que me acordé y ya no había vuelta atrás. Egoístamente pensé que mi padre me dejará a mi, mi madre y una amiga que venían a despedirme y que volviera a casa y volviera al aeropuerto…tal vez hubiera dado tiempo, porque era un vuelo internacional y llegué con tres horas antes, (encima la primera vez que volaba), pero estaba tan enfadada conmigo misma por haberlo puesto a cargar a un lugar que rara vez pasaba por allí, pensando en su momento que si iba a pasar. Lo puse a cargar y lo cierto es que si tenía batería… Sinceramente me sentía decepcionada, cabreadisima y triste. Las 9h de vuelo me las imaginaba como las peores. ¿yo qué iba a hacer 9h sin mi libro? y sobretodo también lo he echado de menos el tiempo que he estado fuera, porque la casa donde he estado no tenian ni un solo libro que no fuera la Biblia, y era un poco deprimente. El internet tampoco ha sido bueno en su mayoría del tiempo, y ahí si que le he lastimado, mucho, pero lo que me tenía preocupada era el vuelo y los dos, ida y vuelta se me han hecho largos pero llevaderos, gracias a las maravillosas pantallas individuales de tv de Iberia.
Pero sobreviví a esa experiencia de vivir sin lo que más cariño tenía de todo lo que llevaba. Es lo único que se me ha olvidado. Una amiga gracias Dios tuvo misericordia de mí y me envío algunos libros al correo y me pude terminar de leer el que me estaba leyendo: Marina de Carlos Ruiz Zafón, libro que te recomiendo por supuesto. Y nada, todo bien. Dios quiso que fuera así y así fue. Me dolía muy mucho en el alma pero como decías, mi felicidad no la dejaba en Madrid junto con el libro, como tú con tu sudadera, pero si que dejaba un trocito de mi, mi personalidad por el libro en sí, por las notas subrayadas que guardo en las cuales me gustan o me siento identificada, y todo ello, pienso que forma parte de cada uno.
No me extiendo más. Bueno sí, un ´chin´ como dicen los Dominicanos, que sería ´un poco´ más que te voy a escribir..
He de decir que yo también tengo una sudadera favorita y que me he visto en la ´obligación´ de ser buena persona y de no poder ver a una amiga morirse de frío cuando yo llevo capas y capas para evitar justamente eso, pero como te digo, soy débil y si es alguien que conozco confío mucho y quizá antes de tiempo y mi sudadera favorita la he dejado como dos veces a personas diferentes y siempre tenía miedo de el cuidado que le fuera a dar, o que la perdiera para siempre o que la mancharán de legía…, pero una se arriesga y solo pienso en eso una vez que ya lo he dejado, y realmente luego no pasa nada, hasta ahora, y Dios quiera que sea así. xD
Un saludo y me alegro que tengas tu sudadera.
Vaaya… Otra entrada de relleno en tu blog. Cada vez me extraña menos el el grupo de tus “queridos lectores” sea tan reducido…
De todos modos, me alegro de que seas feliz, de que a pesar de todo a veces seas capaz de sentirte atractivo y de que no te hayas deshidratado de tanto llorar. Eso sí, lleva cuidado porque si algún día pierdes algo más importante que la sudadera, podrías acabar mal 😉 Saludetes
Hola Merxs!!
Muchas gracias por tu comentario y por compartir tu experiencia en esto de perder sudaderas. Para los que tenemos tendencia al despiste es un alivio comprobar que el “malapatismo” (como diría un amigo mío) de olvidar o perder cosas es algo bastante común. Mal de muchos consuelo de tontos, lo sé 😉
Un saludo!
¿Relleno? Quizás lo sea si no se sabe leer entre líneas… ¿Es la sudadera solo una sudadera o es algo más? ¿Es una metáfora? ¿Una analogía? ¿Un paralelismo? No hay puntada sin hilo, del querido lector depende encontrar la madeja…
Gracias por tu comentario 😉
Tú sudadera cómo tus queridas bolsas de basuras…¿no te cansas de darle “demasiaoo” sentido? y creo que estoy viendo dónde va a acabar esa sudadera brother… jaja 😉