Era lunes.
La primera señal fue el nombre de un bar del barrio situado en una calle por la que nunca pasaba. Andaba por ella porque acababa de perder un bus que no solía coger. Ese autobús lo había perdido por haber dado un rodeo absurdo. Ese rodeo lo había dado tras haber ido a un sitio al que no solía ir entre semana. Fui a ese sitio en concreto tras lanzar una moneda al aire. Ir a ese sitio me ayudó, pero no esperaba más de un día que se acercaba a su ocaso.
Al leer el nombre del bar me quedé petrificado en medio de la calle. No recuerdo si pasó alguien, ni si escuché el ruido del motor de algún coche. Me sacudió uno de esos escalofríos que sigues recordando mucho tiempo después. El nombre del bar me recordaba una idea que llevaba rondando mi cabeza un par de semanas. Le resté importancia, me reí de mi propia estupidez y seguí caminando. Aun así, no podía evitar mirar todo lo que me encontraba, temiendo encontrar otro indicio que confirmara aquella idea irracional. No estaba en ningún cartel ni en ninguna calle, pero si no hubiera aparecido no estaría escribiendo esto.
La segunda señal la encontré nada más llegar a casa y entrar en mi cuarto. Sobre la impresora había un sobre a mi nombre de parte de una conocida marca hostelera. En su cubierta había un mensaje en letras azules: “EL MOMENTO HA LLEGADO”. No podía ser más explícito. Pero era lunes y era ya tarde, ir entonces no tenía ningún sentido. Como estrategia de guerra estaba condenada al fracaso. Aun así, reconozco que me rayé. Bastante.
La tercera señal fue la más importante. Surgió de abrir cierto libro al azar. Situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas, puede que lo entiendas o no. Pero yo lo hice. Y hacerlo me confirmó lo que tenía que hacer y me reveló lo que iba a pasar. Iba a sufrir. No iba a ser comprendido. Lo acepté. De un modo que conjugaba cabeza y corazón como pocas veces en mi vida. En ese momento pedía tan sólo tener la oportunidad de hablar. Decir las siete palabras que según las historias harán que una mujer te ame. Si existen yo todavía no las he encontrado.
Seamos claros. Sí, ella tenía defectos, pero ¿qué importa eso cuando se trata de asuntos del corazón? Amamos lo que amamos. La razón no entra en juego, y si lo hace es sólo para preguntar si la cena ha sido del gusto de los señores. En muchos aspectos, el amor más insensato es el amor más verdadero. El mío insensato desde luego que lo era, y lo que iba a hacer todavía más. Es cierto que no tenía razones para hacer lo que hice. Pero cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un euro en el bolsillo. Pero amar algo, amar a alguien a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto. A eso aspiraba yo. Y con el corazón en la mano te digo que no buscaba otra cosa en ese momento.
Por eso no pensé más, me lancé y cogí ese tren con todo en mi contra pero seguro de que era lo que tenía que hacer. Me monté en él con algo que dar, algo que decir y alguien a quien amar. Lo primero lo hice, lo segundo me lo tragué y lo tercero dependía de alguien más.
El tren lo cogí por última vez.
Era lunes.
Me gusta la foto. ¿La has hecho tú?
Lo que no me gusta tanto es el estilo de los relatos de la sección “los inconclusos”. Frases cortas, hechos que se dejan el aire sin explicación, etc. me parecen recursos fáciles para dejar intrigado al lector y para obligarlo a pensar y despertar su imaginación. No es que sea malo, pero son técnicas que se usan mucho (conozco a un montón de gente que escribe cosas de este estilo) y al final me parece poco original.
Pero a lo mejor el problema es que no termino de entender estos relatos, tal vez haya mensajes más profundo aún que se me escapan y por eso no soy capaz de apreciar la calidad literaria de tus relatos.
Tengo que reconocer también que, por otro lado, tus reflexiones están muy bien. Son cosas que todos pensamos y sentimos, pero que son muy complicadas de expresar con palabras. Eso sí que tiene mérito.
¡Saludos!
Hola Bartek, muchas gracias de nuevo por tu comentario.
1. No, la foto no es mía, pero ilustra perfectamente el momento que quiere plasmar la entrada. Google Imágenes es una fuente inagotable de recursos 😉
2. Probablemente tengas razón en lo que dices. Lo que clasifico como “Los inconclusos” no son más que varios párrafos (no me atrevo a llamarlos relatos) donde trato de expresar un estado de ánimo o narrar una historia breve. Es posible que mi objetivo sea intrigar y despertar la imaginación, pero algo que quizás te ayude a entender su estilo es que son escritos que escribo para mí mismo, de tal modo que cuando los releo soy capaz de rememorar cómo estaba, qué pensaba, qué sentía y en qué situación me encontraba cuando los hice. Quizás por eso suelen estar repletos de frases cortas y sobre todo esa es la razón por la que muchas cosas se dejan al aire. Porque al fin y al cabo escribo para mí y yo conozco todo lo que hay detrás, soy tanto el lector como el narrador omnisciente (o al menos esa es mi perspectiva). No digo que lo haga aposta, pero desde luego ese ha sido el objetivo de este blog desde el principio en varios sentidos: vaciar lo que llevo dentro. Si es una manera acertada o no de hacerlo es algo que tenéis que juzgar los lectores como tú 😉
¡Gracias por escribir!
2. Eso explica muchas cosas… Ahora lo entiendo mejor.