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Dentro de muchos años – pienso – estas serán para mis sobrinos las navidades míticas de su infancia, y recordarán a sus abuelos por los pasillos, y a los tíos que los cogían para subirlos por los aires, y el sabor de no sé qué plato, y la vigilia de ansiedad antes de Reyes. La Navidad es uno de esos momentos en que la vida es como debería ser. También, es de las pocas cosas de verdad importantes que nos pasan: cenar, en la mesa de la Nochebuena, entre las miradas que se asomaron a nuestra cuna, las que se asomarán a nuestra tumba y esas que todavía nos sostienen para no caer. La luz de estos días ilumina, sin duda: pero sobre todo agradecemos el calor que aún pone en ese trastero frío que solemos llevar por corazón. No somos otra cosa – decía Péguy – que inocencias recobradas.

Ignacio peyró

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